martes, 21 de diciembre de 2010

Hombres elegantes y hombres mal vestidos

Cuando llueve y no encuentro mi paraguas y de todos modo no puedo salir de casa porque tengo una especie de gripe estomacal, me da por hacer listas. So far, ya he hecho: la lista de regalos de Reyes (que nunca sirve para nada ya que siempre me regalan lo que les da la gana a ellos), la lista de las rebajas, la lista de las cosas que puedo comprar antes de las rebajas porque son baratas y seguramente se agotarán, la lista de las personas más tontas del año (y ¡sorpresaaaaaaaaaa! ha ganado la ministra de cultura), la lista de propósitos para el año que viene (pensar más, gastar menos, trabajar más, hacerme la manicura una vez a la semana, he intentado centrarme en lo esencial). Y después me he puesto a pensar en hombres bien vestidos, hombres mal vestidos, etc. Creo que hay cuatro tipos de hombres:
-Los elegantes bien vestidos. Tienen estilo y buen gusto. Nos hacen la vida más agradable, más bonita. La belleza es una de las formas de la felicidad, ¿no?
-Los no elegantes mal vestidos. Bueno, esos hombres que nos deprimen con solo mirarlos, ya sé que la belleza estáááááá en el interioooooooor (he visto La bella y la bestia unas 2000 veces) y que esos pobres merluzos tal vez sean grandes personas, pero hacen que ir por la calle sea menos una aventura y más una tortura.
-Los no elegantes bien vestidos. Todos esos chicos que intentan y logran ir bien vestidos, que invierten tiempo, dinero y esfuerzo en la tarea, sin conseguir que la magia surta efecto del todo, sin lograr ese "je ne sais quoi" que no está a la venta en ninguna tienda, ni siquiera por internet, ni siquiera en NY.
-Los elegantes mal vestidos. Hombres a los que les importa poco o un pimiento la ropa, hombres que dedican poco tiempo a su aspecto y que sin embargo, tienen ese tipo de magia llamada elegancia. Federer, Obama, Mandela: elegantes y mal vestidos. Esos que logran que la elegancia sea una cuestión de cabeza y no de armario. Al final, todo lo importante es una cuestión de cabeza (cómo se nota que me estoy medicando).
Bueno, y luego está Paul Bowles, un hombre de una belleza absoluta y cuyas fotos tenía ganas de poner en el blog (en este momento me parezco bastante a la segunda). ¡Pero que entrada tan tonta, patética, absurda! Son los antibióticos, seguro. Me voy a hibernar, despertadme el 31.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Good Day Sunshine

Os presento a mi nuevo gorro, es de algodón, de verano, de Missoni, un poco de abuelita por la forma ligeramente "cloche" y un poco de rastafari hippy por el punto de algodón y las franjas centrales de colores vivos. Ya os advertí de que estaba a punto de empezar a comprarme la ropa de verano, de momento solo lo llevo por casa para practicar, en este preciso momento lo llevo puesto, a ver si me inspira y me pongo a escribir sobre asuntos más transcendentes como quiere mi madre. Me gustan mucho los gorros, los sombreros, cualquier cosa que cubra la cabeza (menos los boinas, que me ponen enferma), me gusta la forma que tienen de cambiar inmediatamente el aspecto general de una persona y como, al mismo tiempo, la esconden un poco, la camuflan, la tapan, la protegen. Me gusta la ropa misteriosa, la ropa que ayuda a desaparecer, que no se sabe mucho de dónde ha salido (del armario de una abuela, de un mercadillo, de una super tienda...).
Bueno, os he de dejar, noto que me está viniendo la inspiración, mi próxima entrada será sobre wikileaks...noooooooooooooooooo, es broma, nunca os haría algo así, desde Shakespeare y Grecia y Roma sabemos cómo funciona el poder y quién manda, no se a qué revelaciones se refieren, no hay ni una que me haya sorprendido, son todas sumamente coherentes, además, yo estoy en contra de la transparencia, y a favor de los escotes. Pero eso ya es otro tema, muuuuuuucho más interesante, para otro día. Bueno, me voy a quitar el gorro, están a punto de llegar los de telefónica a arreglarme el teléfono y no quiero causar mala impresión, no sea que se vayan y no regresen hasta que vuelvan las golondrinas.

lunes, 13 de diciembre de 2010

El Espíritu de la Navidad es hombre

Los más parecido a la ropa son los hombres, todas las mujeres lo saben, YSL lo sabía, Mary Quant lo sabía, todos los países integristas que tapan a sus mujeres con sábanas negras lo saben también. No es que nos vistamos para ellos -lo cual es una vulgaridad además de una idiotez, las únicas personas realmente bien vestidas son las que se visten para sí mismas-, es que nos los ponemos encima. Es que ambos, cuando son de buena calidad, son sinónimos de felicidad, de sexo -quien no sepa que la ropa es algo sexual, mejor que deje de leer este blog-, de alegría, de verano. Esta noche, justo antes de despertarme, he soñado que mi actor de serie favorito me olfateaba la manga de la camisa y quedaba extasiado (mmmmmmmm), y un rato después, cuando regresaba de dejar a mi hijo mayor en el autocar, me he puesto a imaginar qué ropa llevaré en julio cuando esté en Cadaqués yendo a cenar a mi restaurante favorito. Y quién me verá. Sí, es patético. Pero también es sinónimo de felicidad. Todo esto para decir que el espíritu de la Navidad corre por mis venas, que es hombre, y que no es Papá Noel.
Feliz y frívola semana, queridos.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Lo que las chicas llevamos dentro

...del bolso. Solía llevar mi mundo entero dentro del bolso, un caos de llaves (no solo las de mi casa, las de casa de mi madre, las del trastero, las de la casa de fuera, las del coche y una o dos llaves desconocidas...), libretas a medias, tarjetas de restaurantes y de personas que ya ni siquiera sabía quienes eran, caramelos, envoltorios de caramelos, gafas de sol con caramelos pegados en los cristales, bolígrafos sin tapa, pintalabios sin tapa, pastillas para el dolor de cabeza (por culpa del caos), piezas de Lego, kleenex arrugados, galletas y un  montón de cosas más. Cambiar de bolso (algo que no hago demasiado a menudo, soy fiel a los complementos, ya sabéis que incluso hablo con mis bolsos -sí, como esos hombres patéticos que hablan con el coche, pues yo igual pero con el bolso... Y he llevado el mismo cinturón de cuero trenzado, que compramos para mi hermano en un mercadillo de Florencia, durante veinte años, lo perdí hace poco, en una de mis mudanzas, y lo lamento muchísimo, todavía no he encontrado substituto) significaba simplemente traspasar ese caos.
Ya no. Hay gente que dice que con la edad nos vamos cargando de cosas, yo creo que es más bien lo contrario, nos vamos aligerando. (Lo cual es, en realidad, mucho más difícil y costoso que lo contrario). Ahora llevo el billetero, una cámara de fotos compacta, el talonario (no sé por qué, no lo uso jamás, no sé hacer un talón, pero me parece glamuroso llevarlo en el bolso, me hace sentir como una persona mayor y seria y que sabe lo que hace), el ipod, las pastillas para el dolor de cabeza (por culpa del caos invisible), el móvil, dos llaves, un boli y esta preciosa, maravillosa y adorable libreta que veis en la foto y que me llegó hace unos días por correo. En ella apunto mis grandes ideas (y también las pequeñas), la lista de la compra, los teléfonos de mis amigos (sí, no sé grabarlos en el móvil, mi móvil es estúpido), etcétera. Mi mundo ya no ocupa un bolso sino una libreta. Incluso he empezado a hablar con ella...

jueves, 2 de diciembre de 2010

El círculo de la vida

Esta pobre loca que os escribe ha estado a punto de comprarse un vestido de lino negro bordado de verano hace cinco minutos. Y otro gris oscuro de algodón ligero con cinturón. Y unas sandalias de tacón de cuero color caramelo (¡tan bonitas! una cuero grueso y un poco "hippy" y una forma un poco "profesoril"y el tacón perfecto, el que alarga y fragiliza la pierna y a la vez me permite trotar sin ponerme de mal humor). También de verano.
O sea: en agosto, empecé a comprar (por internet) la ropa de invierno (hubieseis tenido que ver la cara de mi amigo Enric cuando un día que estaba por casa me llegó un paquete con dos bufandas que le enseñé entusiasmada, era veinte de agosto, hacía 35 grados a la sombra, intenté explicárselo, pero hay cosas que un hombre sencillamente no puede entender). En septiembre y octubre y noviembre acabé de comprar lo que me faltaba. Hace menos de una semana algunas tiendas (mi tienda favorita) hacían dos o tres días de precios especiales para los buenos clientes (que aproveché, naturalmente, soy una persona ahorradora). Y ahora, cuando había decidido que ya no compro nada más hasta las rebajas, va y me secan una "cruise collection", colección "crucero", algo que solían hacer las casas de alta costura para las clientas que en invierno se embarcaban y se iban al Caribe o algo así, una mini colección de verano. Ahora, por lo visto, lo están empezando a hacer también las tiendas de ropa más asequible para las mujeres que no nos vamos de crucero en diciembre, si no que nos vamos a la Fira de Santa Llucia a intentar que los niños no compren el "caganer".
¡Qué locura! ¿Verdad? Todavía no hemos acabado de comprar la ropa de invierno cuando ya nos ponen debajo de la nariz la de verano...y claro, una no es de piedra. Pero he pensado que quizá, si compro algo de verano -aunque solo sea una cosa, un vestidito-, salga el sol. ¿No?

lunes, 29 de noviembre de 2010

LA CAMISA NEGRA



Queridos hombres: solo os quería decir que a las mujeres no nos gustan las camisas negras, ni siquiera las camisas gris oscuro, granate oscuro, verde oscuro, azul oscuro...no queremos nada oscuro en vuestras camisas. Como veis, yo también he estado haciendo sondeos esta última semana. Tal vez vosotros penséis que el negro adelgaza, o que es más sexy o elegante, pero no. No, no y no. Las camisas de hombre deben ser blancas, azul claro o con rayas sobre impoluto fondo blanco. La camisa de un hombre nos tiene que dar esperanzas en un mundo mejor, nos tiene que dar ganas de sumergirnos en ella, nos tiene que recordar al cielo, al mar, al viento, a todos los elementos juntos, nos tiene que dar ganas de tocar lo que palpita debajo -me refiero al corazón, obviamente-. Una camisa clara es la señal de que el hombre que la lleva es trigo limpio. Trigo. Limpio. Sí. Y de que tal vez el hueco de su cuello huela a pan recién salido del horno. Una camisa no puede ser entallada jamás -solo nosotras podemos ser entalladas-, debe ser crujiente y un poco rígida como el envoltorio de un regalo. La camisa de hoy en día es la armadura de los caballeros de antaño, para nosotras es muy importante, ¿entendéis? En fin, para mí, una buena camisa blanca es la esperanza de que un mundo mejor es posible, me pregunto si el fracaso resultado electoral de ayer me ha afectado al cerebro...

jueves, 25 de noviembre de 2010

OLED, OLED, MALDITOS (I)

Yo aprendí a oler cuando tenía dieciocho años. Un día en París, mi madre fue a visitar a una amiga suya (Adela, uno de mis ídolos, ¡¡¡os he de hablar de ella sin falta!!!) a la que hacía tiempo que no veía y para que yo no las incordiara (¡vaya idea! pensar que yo puedo ser un incordio para alguien...) le encargaron al hijo de Adela que me entretuviese. El hijo en cuestión era (según mi madre, que cree en  los matrimonios de conveniencia) un científico brillante y un hombre extraordinario (en este caso tenía razón, pero yo ni creía, ni creo, en los matrimonios de conveniencia y en aquella época debía de estar ocupada persiguiendo a algún rockero descerebrado). Nada más llegar me preguntó: "¿Qué prefieres, ir al cine o ir a oler perfumes?" Al cine iba una o dos veces a la semana, pero nunca nadie me había propuesto ir a oler perfumes. Accedí entusiasmada. Pasamos la tarde recorriendo una tiendas maravillosas en las que recibían a Luca (Luca Turin, hoy en día una de las "narices" mas importantes del mundo, pero entonces para mí solo Luca, el atractivo hijo de la amiga de mi madre) como si fuese un príncipe y en las que me hacían oler los perfumes (uno o máximo dos en cada sitio) que elegía él. Fue la primera (y única) vez que entré en el mítico Chanel de la Rue Cambon, donde también estuvieron encantadores. No sé qué debían de pensar de aquella jovencita despeinada y excéntrica (en aquella época vivía en Londres, me vestía en el mercadillo de Camden) que lo miraba todo con ojos como platos y que reía sin parar. Fue una tarde maravillosa. Al final, él me dijo que eligiese uno, volvimos a la tienda (era Caron) y Luca me compró una onza de un perfume que hoy en día ya ni siquiera existe. Me lo pusieron en una diminuta botella de cristal tallado, que conservé durante mucho tiempo. Hasta que un día, en Londres, yo y mi compañera de piso estábamos en el baño arreglándonos para salir cuando ella, sin querer, le dio un manotazo y la botellita salió volando por los aires y se rompió en mil pedazos (eso sí, el baño olió de maravilla durante meses). Después cuando intenté volverlo a comprar, habían cambiado la fórmula del perfume y ya no olía igual.... ¿No dijo ayer la gran Matute que la vida consiste en ir perdiendo cosas?
En fin, creo que tendré que hacer una parte II de esta entrada, porque me he enrollado demasiado, en realidad quería contar otra cosa...

lunes, 22 de noviembre de 2010

EL JERSEY ROSA

A veces, me apetece vestirme de hombre -pero no del todo-, y a veces, me apetece vestirme de rosa -pero tampoco del todo-. A veces, me visto para que tengan ganas de abrazarme, y a veces, me visto para olvidarme. A veces, me escondo -sobre todo de mí misma y de los demás- detrás de la ropa (y del ipod), y a veces, mi ropa y yo vivimos una gran historia de amor. A veces, soy una niña bien, otras una hippy (sí, no os riáis, yo soy un "hippy at heart"aunque nadie se lo crea) y otras, una chica, una mujer o una vieja, a veces, soy simplemente una madre mal dormida que se ha puesto, con poco gracia, lo primero que ha encontrado. Pero nunca soy al 100% ninguna de esas cosas.  La ropa acaba siendo casi siempre un reflejo de quienes somos, no de quienes queremos ser, de quienes somos en un momento preciso, y eso, para muchos de nosotros, casi nunca está del todo claro. Las apariencias no engañan (sólo hay que ver la cara de Mas alguna gente para darse cuenta) y como casi todo el mundo lo sabe, Zara está siempre lleno de gente como yo buscándose entre los montones de ropa. Hoy necesito un jersey rosa, algo ligero, alegre y que haya dormido bien. ¿Os gusta este?

viernes, 19 de noviembre de 2010

Barcelona, ¿ciudad anti moda?


Una de las cosas que más me regocijan de esta ciudad, Barcelona, es que al salir a la calle uno se da cuenta de lo poco que la gente sigue aquí la moda. Ayer por la tarde, salí a pasear con la excusa de inspirarme para el blog. Soy una chica de la calle super contrariada por muchas razones, pero no hay nada que me guste más que caminar por la ciudad y mirar a la gente. Debían de ser las siete, la Diagonal estaba atestada de coches como siempre (lo cual también me gusta, las luces y el ruido de los coches forman parte del decorado, iluminan la ciudad), ya había anochecido, caían algunas gotas y en el aire empezaba a flotar el aroma de la Navidad -para mí la Navidad es como el verano del invierno, me zambullo en ella con entusiasmo-. En fin, entré con los niños en una tienda a comprar velas de olor y les dejé eligiendo la que más les gustara (educar el olfato me parece básico, puede ser una fuente de placer inagotable, otro día, si queréis, os hablaré de eso) y yo me puse a deambular por la tienda. Y de repente me dije: aquí nadie sigue la moda. Nos han estado jodiendo con el color camel desde hace meses (by the way, si hay un color pretencioso que envejezca y aburguese, es este, solo la gran Grace Kelly sabía llevarlo) y ayer en todo el día vi 1 abrigo camel (y estoy prácticamente convencida de que la señora que lo llevaba lo tenía desde hacía años). No hay fashion victims, pero tampoco hay fashion heroes. Nos gusta la moda, pero después de haber pasado multitud de filtros y después de que haber pasado el más importante: el nuestro. Nos gusta la moda, pero una vez se ha convertido en ropa. La gente mejor vestida de Barcelona es gente que no sigue la moda. Eso también es ejercer la libertad y la independencia, ¿no? Y por una vez, me gustaron -y entendí- los abrigos oscuros y tristes, y me alegré de que en muchos casos la mayoría de la gente ni siquiera se fije demasiado en eso.
Y para celebrarlo, regresé a casa y me compré un precioso abrigo de estampado de leopardo por internet.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

LAS MOU

El otro día os dije que había encontrado la solución para ir sin calcetines en invierno y no morir congelada. Tengo un problema con los calcetines, lo reconozco -aunque no es nada comparado con el que tengo con las medias-: me parece que después de ponérmelos dos veces ya están viejísimos -incluso los Burlington que son los que solía comprar-; opino que los bonitos son los de hombre, pero en una pierna de hombre, no en la mía; me da grima andar con ellos por encima del parquet y los de cashmere son caros, hay que lavarlos a mano y también envejecen mal. En resumen, es una prenda sumamente deprimente. Pues bueno, he encontrado la solución. Las Mou. Unas botas maravillosas forradas de borreguito. Cuando las llevas, es como si una parte de ti -los pies- siguiese calentita y tranquila en la cama, mientras tú trabajas, vas ha hacer la compra, te peleas con tu madre o lo que sea. Lo sé porque tengo unas Ugg, que son el mismo tipo de bota y que me pongo cada día a primera hora de la mañana para llevar a Noé hasta la parada del autobús. A mí las Mou me parecen bonitas, tienen algo un poco hippy, un poco infantil, que me gusta. Mis amigos  hombres no están muy de acuerdo, la mayoría opina que son horrendas, pero de todas formas, una no se viste para los hombres, se desviste, ¿no?
En fin, ¿qué hago? ¿Me las compro?

lunes, 15 de noviembre de 2010

¿CAE EL INVIERNO?

El viernes, al salir de casa, vi que en la Diagonal ya habían puesto las iluminaciones de Navidad (las mismas, maravillosas, que pusieron el año pasado) y los tablones de anuncios de los políticos (al menos, ya que vamos a tener que soportarlos durante las próximas semanas, ¿no podrían anunciarse poniendo la cara de otra persona? No sé, Brat Pitt o Robert Downey Jr. -yo votaría por él con los ojos cerrados, quiero decir, abiertos-. ¿Por qué creéis que los directivos de la Coca Cola o de Telefónica no salen en sus propios anuncios? Porque los consumidores nos tendríamos que pegar un tiro si viésemos la pinta que tienen). Bueno, no hablaré más de política en este blog de moda, pero presiento que voy a tener que comprar muchos jerseys para superar lo que nos espera. Me dije que el invierno caía de nuevo sobre nosotros y que lo único que me gustaba de esta época -comprar la ropa de invierno- ya lo había hecho, bueno casi, casi. Entonces vi a un señor trajeado con pinta de ejecutivo importante -el buen corte de pelo, el triste traje gris- saliendo de un edificio de despachos. En la entrada se detuvo un momento, levantó la cabeza al sol y cerró los ojos durante dos segundos con un amago de sonrisa en el rostro, se transformó completamente. Decidí que, si queremos, nos podemos resistir al invierno. Estos son los gestos de rebeldía contra el invierno que se me han ocurrido so far:
1. Bañarse en el mar.
2. No llevar calcetines (tengo la solución perfecta para hacerlo sin congelarse, os hablaré de ello otro día).
3. Comprar helado.
4. Intentar dejar una parte de sí mismo siempre al sol.
5. Llevar colores claros.
6. No cortarse demasiado el pelo (sobre todo los hombres).
7. Desnudarse a la primera de cambio (quiero decir, entre otras cosas, no dudar en quedarse en camiseta en un local con buena calefacción, por ejemplo).
8. Empezar a elegir las sandalias que llevaremos en verano (yo estuve a punto de comprarme unas la semana pasada por internet, pero en el último segundo me retuve). Es patético, ya lo sé, pero ¿por qué creéis que tengo un blog de  moda?
9. Imaginar que Robert Downey Jr. y su mandíbula son presidentes de la Generalitat.
10. Levantar la vista, porque: a. Tal vez te reconozcas en la mirada de alguien y b. Más arriba está el cielo y, en Barcelona, casi siempre es azul.
Feliz semana.
Milena

jueves, 11 de noviembre de 2010

Adivina qué bolso es.


Mi madre, que desde que nacieron mis hijos, solo les regala cosas a ellos -lo cual es, dicho sea de paso, una gran injusticia y algo que, francamente, me ha traumatizado bastante. Sí, mamá, sí.- llegó ayer a mi casa con esta maravilla. No con esta exactamente, con la misma en otro color sublime (llamado "azul pavo real". Azul. Pavo. Real. Poesía. Eres. Tú.), que después de una ardua reflexión, decidí cambiar por este que es más fácil de combinar. Me estoy volviendo razonable, ya lo sé, es bastante deprimente. En fin, mi bolso nuevo es de una sencillez y de una perfección alucinantes, no pesa nada, es de la medida perfecta, es más suave que Platero y yo y de un color teja maravilloso. Me pone eufórica mirarlo.
Cuando toda la casa -o sea, mis dos hijos- estuvo dormida, le di un besito, lo senté a mi lado en el sofá y estuvimos mirando la tele un rato. Me lo hubiese llevado a la cama pero tuve miedo de estropearlo. Hoy lo he estrenado. Qué fácil resulta ser feliz algunos días.
¿Alguien sabe qué bolso es? A quien lo adivine le invito a cenar.
Besos.
Milena

miércoles, 24 de marzo de 2010

Dime con qué bolso andas y te diré quién eres





Madrugo porque no tengo más remedio, todavía no entiendo porque el colegio -y la vida en general- no puede empezar a las 10 o a las 11 en vez de a las 8:30 o 9. No lo entendía de niña y sigo sin entenderlo ahora (casi todo lo que no entendía sigo sin entenderlo, más algunas cosas más). En fin, los niños ya estaban en el autocar (el mayor sin el equipo de gimnasia que nos habíamos dejado en la puerta de casa preparado y el pequeño sin calzoncillos porque aunque tiene dos docenas, a las siete de la mañana de aquel día, habían desaparecido todos) y yo (os ahorraré la descripción de cómo suelo ir vestida y peinada a esas horas y de la cara que pongo mientras esperamos al autocar a las 7:53 en la esquina de Paseo de Gracia) me estaba mentalizando para empezar a trabajar. Me acababa de pintar las uñas de morado para ver si me animaba un poco y estaba haciendo una exhaustiva lista de toda las ropa de primavera verano que me compraría si no estuviese arruinada, cuando de repente levanté la mirada distraídamente, vi mi bolso, sonreí y pensé que, a pesar de todo, la vida no estaba tan mal. Soy una mujer de bolsos (hay mujeres de bolsos y mujeres de zapatos, mujeres de cuadros y mujeres de flores, mujeres de un sólo hombre y mujeres de tres o cuatro, etc...), me gustan mucho, creo que a menudo definen bastante a la persona que los lleva y me parece que un bolso bien elegido puede durar veinte años. Aunque en realidad, después de mucho reflexionar he decidido que lo realmente elegante y cool es ir sin bolso, ese es el auténtico lujo. Sí, sí, más que un bolso de Bottega Veneta, de Mulberry, de YSL o de APC. Salir a la calle con las manos en los bolsillos, recordar que vivimos al lado del mar y que las gaviotas sobrevuelan la ciudad, pasear sin rumbo, olfatear la primavera, comprar ropa mentalmente...me acabaré convirtiendo en una persona profunda, lo presiento.

lunes, 1 de marzo de 2010

Por los pelos




El otro día tuve una iluminación -no suelo tener muchas, confío más en las iluminaciones de mis amigos-, yo normalmente tengo lo contrario, ¿oscurecimientos? ¿ofuscaciones? Y suelo salir de ellos habiendo comprado algo tan absurdo como un anorak negro, muy práctico, muy caro y muy deprimente (pero eso sí, muy caliente), más propio de los inviernos en Estocolmo o de alguien que no detesta el campo y la montaña, o un abrigo de leopardo, cuando en realidad lo que quería era un loden gris o verde oscuro como los que me hacían llevar de niña (recomendación a las pecosas como yo: leopardo + pecas = forget about it).
Pues bien, el otro día vi clarisímamente (en mi bola de cristal imaginaria) que de aquí a seis meses o un año nos habremos cortado todas el pelo. Tengo la sensación de que el look de pelo largo se ha agotado y que la reacción será ir radicalmente (como hace a menudo la moda, por eso es tan divertida, por eso suele ser lo opuesto al estilo) al otro extremo. A la salida de los colegios, el único sitio -real- donde "cazo" tendencias mientras espero a que salgan mis hijos, nunca había visto tantas chicas con el pelo largo, y con el pelo tan largo -y a menudo precioso-, no hay ni una sola chica con pelo corto. Yo voy por la calle con unas enormes tijeras imaginarias (sí, al menos un 30% de mi vida es bastante imaginaria, al parecer ese es uno de mis Problemas) cortando melenas, y las aceras se cubren de largos mechones, como alfombras, y vuelven a aparecer los cuellos (no es casualidad que Dracula mordiese a sus víctimas en el cuello, ¿no?) y las nucas (de los hombres, la cabeza, pero de las mujeres el cuello y la nuca, ¿no?). O tal vez sea sólo que tengo ganas de verano, de despejarlo todo, de empezar a quitarme ropa, a abrir balcones, a ver chicas que se pasan la mano por la cabeza (como hace mi guapa amiga Misia, gran precursora de esta futura tendencia), en vez de tocarse el pelo.
Bueno, ¿quién quiere acompañarme a la peluquería y cogerme de la mano mientras le digo adiós a mi melena?