martes, 15 de septiembre de 2009

Adiós, pirata.


He pasado todo el fin de semana en Cadaqués discutiendo con mi amiga Teresa sobre los pantalones pirata. No es que no tengamos nada más interesante sobre lo que discutir (sobre todo ella), pero resulta que en pocos temas estamos menos de acuerdo que en éste. Los pantalones pirata son esos pantalones ni largos ni cortos que desde hace un par de temporadas han invadido no sólo los armarios de las mujeres, sino sobre todo los de los hombres. El largo puede variar desde justo debajo de la rodilla hasta la parte alta del tobillo, en cualquier caso, siempre dejan el tobillo y parte de la pantorrilla al descubierto. A Teresa le gustan, mucho. A mí me horripilan, bastante. Y no me cabe en la cabeza que a mi amiga Teresa (inteligente, sensible y sutil) le puedan gustar. El otro día, en la playa, mientras ella se bañaba y yo hojeaba una revista, me armé de valor y decidí enfrentarme al problema y hablar con ella. No soporto los malentendidos con los amigos. En cuanto salió del agua, antes incluso de que se sentara a mi lado, sin darle tiempo a secarse, ni a ponerse la gafas, le dije: 
     -Teresa, tenemos que hablar. -Me miró perpleja a través de su flequillo chorreante-. En serio, no puedo entender que te gusten los pantalones pirata para los hombres, ¿no te das cuenta de que les infantilizan? ¿De que les hacen parecer niños que han dado un estirón y a los que los pantalones les han quedado cortos? Es una locura. 
     Teresa gruñó algo incomprensible, se apartó el flequillo y, con el tono que habitualmente utiliza con sus hijos, me dijo:
     -Mira, Milena, a mí me gustan porque me hacen pensar en Burt Lancaster, en galeones y aventuras. Y además, qué quieres que te diga, a mí me gusta ver hueso.
      No dijo músculo, no, ni siquiera dijo piel, dijo hueso. ¡Hueso! Y prosiguió:
     -No son tanto los pantalones, como lo que se ve debajo. Me pasa lo mismo con las camisetas imperio, no es que sean realmente bonitas, pero también me gustan por lo que enseñan. ¿Entiendes?
     Y con un gesto amplio señaló sus propios hombros y clavículas. 
     -¡Ah! -dije yo-. Claro. Los huesos, los tobillos, la pantorrilla, eso es lo que te gusta en realidad.
     Suspiré aliviada y me levanté para ir a bañarme. Cuando ya estaba con un pie en el agua, oí que me decía:
     -¡Aaaah! Un hombre con una pantalón pirata y una buena camisa de lino blanco...
     ¿¿¿Camisa de lino blanco???, pensé. ¿Lino? ¿Blanco? ¿En serio? Are u kidding me? Pero hacía mucho calor, así que no dije nada y me zambullí.
     Pero pensándolo bien, ¿cómo puede ser que no sepa que para los hombres son mucho más adecuadas -y  elegantes y masculinas- las camisas blancas de algodón que las de lino? 
     Me parece que la voy a llamar ahora mismo, esto no puede quedar así.
     
     
      

6 comentarios:

  1. Buenisimo!!!! Me he reido mucho!!! Gracias a las dos!

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  2. ¡Gracias a ti! ¡¡¡Eres el primer comentario de mi blog!!! Un beso muy grande.

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  3. Simplemente, fantástico... todavía me estoy riendo.

    Besos,

    Manolo

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  4. Me encanta el blog, Milena. Sobre todo porque, contra todas las reglas blogueras, tiene más texto que imagen.
    Bueno, de acuerdo con el horror de los pantalones piratas (para hombre) pero... ¿no a las camisas de lino con lo bien que se arrugan y lo bien que sientan si estás moreno?

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  5. Hola Milena, felicidades por tu blog, lo paso muy bien leyéndote! Este artículo esta buenísimo, aunque me has dejado algo inquieta con lo de las camisas de lino... yo pensaba que era lo más de lo más en un hombre (si además es elegante y está moreno... entonces es la bomba).
    ¿No podrías hablar más de ello? Creo que da para todo un artículo...
    bso
    eva

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  6. Jorge y Eva: ¿no creéis que una buena camisa blanca, impecable, de algodón crujiente es la prenda masculina más sexy y elegante del mundo? El lino, no sé, no sé... Quizá, en el mar, en verano...
    ¡Ah! ¡Y muchas gracias por leerme!

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