viernes, 5 de junio de 2015

Adiós a todo eso.

   



     Todos los que hemos leído a Capote (y si no lo habéis hecho todavía, no perdáis más tiempo conmigo y salid corriendo a comprar uno de sus libros, todos son maravillosos) tenemos nuestro Tiffany's particular (el lugar donde iba Holly Golightly, la protagonista de "Desayuno en Tiffany's", cuando necesitaba pensar, estar sola, refugiarse). Mi Tiffany's era Vinçon, la famosa tienda de Paseo de Gracia que está a punto de cerrar. Mi Tiffany's también era Semon y también era Gonzalo Comella, los patios de recreo de una infancia privilegiada en la que la felicidad era algo tan obvio como que el sol iba a salir cada mañana.
     Ayer me acerqué a Vinçon con la vaga sensación de que iba a un funeral, con la congoja que producen las despedidas definitivas, a regañadientes también (¿por qué ir a visitar a un moribundo cuando fuera hace sol y ha llegado la época del mar, del vino helado y del derroche? ¿No se podía morir en otoño o en invierno, como todas las cosas, como todos nosotros?).
     La tienda está igual, pero prácticamente vacía, quedan algunos  muebles y objetos que parecen más furiosos y ofendidos por su repentina soledad y desnudez, que otra cosa. El espacio ya no te acoge ni te protege, quiere que te largues (dejadme en paz de un puta vez, quiero estar sola). Tuve la sensación de estar viendo a alguien fulminantemente demacrado por la enfermedad (¿pero cómo puede ser, si la última vez que le vi, estaba bien? ¿Cuándo fue? No ha pasado tanto tiempo...). Y la sensación también de ser un buitre, esperando recoger los restos de no se sabe qué.
    Había pensando que compraría toda la tienda (que montaría un mini Vinçon en casa), pero en un último gesto genial (Vinçon fue realmente una tienda genial, con una idea detrás, con una visión del mundo), en los espacios que solían estar llenos de objetos maravillosos (la mejor selección del mundo), han colocado cientos de las míticas bolsas de Vinçon, pero sin nada en su interior, solo las preciosas bolsas de papel.
     Y decido no comprar nada, no despedirme. Y me marcho con las manos vacías, un poco más vacías, incluso, que al entrar.
 

7 comentarios:

  1. el sábado pasado fuimos y tuve la misma sensación, De recuerdo hice una foto a la puerta, con esas luces de neon inconfundibles!

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  2. Comella, Gales, Vinçon, Quílez...referentes de ese pasado de cada uno, de "esos patios de recreo de una infancia privilegiada" como los cines que han ido desapareciendo - ese Club Coliseum premio Fad o finalista al premio Fad de diseño -...como lo poco que va quedando y alguna cosa nueva que quiere recuperar sabores y sensaciones del pasado ( el nuevo Entrepanes Díaz enfrente del Mur ). Esos modelos de negocio que han desnaturalizado la forma de entender el comercio, el arte o el ocio, donde se tiene que encontrar de todo en todas partes cuando en realidad no encuentras nada de lo que buscas, ni lo especial, ni lo diferente, ni lo sorprendente, sólo setas estandarizadas que crecen en cualquier parte, indigestas, cuando no venenosas.

    Economía de mercado, conglomerado de lo vulgar. El reino del "A granel".

    Te veo saliendo de ese Vinçon referente de muchos y sí, sin bolsas porque a un moribundo hay que dejarle ir con lo poco le queda. El aroma de su adiós y los recuerdos que luchamos por conservar de lo que una vez fue.

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  3. Ineludiblemente atraído por el título, devoré la novela esa misma tarde -gran mérito siendo como son asunto de mujeres, las novelas no las tardes, y que solo leo de Kierkegaard para arriba- pero según avanzaba las páginas me dí cuenta del error: una Milena croata no podía ser, si acaso polaca ya sabes, pero tampoco, y menos que según la narración habías sido secuestrada a los 16 años para ejercer -obligada- la prostitución en las más altas esferas durante los 10 siguientes. En efecto, no podía tratarse de tu biografía aunque hubiera sido en las más altas esferas. Tiempo perdido.
    Una desilusión, ya lo ves, como te ha pasado a tí con Vinçon, pero a mí se me pasará pronto porque soy frívolo y superficial.
    El caso es que me he quedado sin saber si tu fémur es el más bello del mundo.


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    1. Jajjajajajaja. Soldner, querido, yo no sé ni lo qué es un fémur, pero me molestó un poco que alguien osase utilizar mi nombre (y el de la "novia" de Kafka) en un título. Hiciste bien. Un beso grande.

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  4. Qué apunte tan lindo. Los párrafos segundo y último han revivido en mi la sensación , hasta hoy lejana, de cuando al acabar un libro ya estás deseando ver la aparición de uno nuevo en la librería. Enhorabuena!

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  5. es verdad...siempre da pena...si vieseis la zona del Teatro Real /Plaza Mayor de Madrid...penita da verlo...al menos podrían currárselo un poquito y dejar de poner franquicias...ME ABURREENN TANTO...

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  6. Justo cuando ya lo daba todo por perdido y me ahogaba en este absurdo mar apareció una ola (mi amiga de siempre) y con un libro de una autora barcelonesa bajo el brazo, me devolvió a la costa y luego, casi cogido de la mano, a esta cala no tan solitaria.
    Nunca he fiado en otros náufragos, y menos en uno tan a mi medida: mis mayores problemas se han comentado únicamente en el espacio a cubierto de los escaparates de Vinçon y he trapicheado con levy’s de pana fina obtenidos las tardes de los sábados en Gonzalo Comella (los menos favorecidos los comprábamos de dos en dos porque nos los llevábamos puestos uno encima del otro).
    Estaba convencido y con dudas pero aun pienso igual, que ni la una ni la otra existieron realmente, ni la placita entre las cariátides de la plaza Cataluña, ni les enfants ni el pastis.
    Esta entrada en el blog parece apoyar lo contrario. Pendiente del resultado de la prueba de Turing me acercaré a un estanco a preguntar si saben lo que son los Camel sin filtro.
    Si existes realmente gracias Milena

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