viernes, 9 de octubre de 2009

¿Me regalas un otoño?


He decidido no volver a salir de casa hasta que llegue el Otoño (el de verdad, esto de ahora es una estafa), y si no me queda más remedio que salir, saldré de incógnito, me pondré una peluca (había pensado en algo oscuro y liso, siempre he soñado con ser una mujer misteriosa, ¿qué os parece?), me pintaré las uñas de negro (como hace Kate Moss, mi heroína) y saldré a la calle sin que nadie me reconozca. Es que este tiempo me está matando, y lo que es más grave, por su culpa, voy peor vestida que nunca. Cada mañana, desde que, en teoría, llegó el otoño, al levantarme me parece que ha refrescado, entonces obligo a los niños a ponerse un jersey (ignorando sus protestas y sus caritas congestionadas) y me pongo con decisión una chaqueta de lana encima de una camiseta de manga corta. Al poner un pie en la calle, me doy cuenta de que aunque estamos a 9 de octubre, ¡sigue siendo verano! Al cabo de cinco minutos no sólo estoy cargando con el pequeño Héctor, mi bolso y la mochila de deporte de Noé, al que tengo cogido de la mano, mientras empujo como puedo la sillita de Héctor (vacía claro, mamá es más cómoda que la sillita) , si no que llevo, además, los jerseys de los niños y mi chaqueta en los brazos. Llego al colegio, situado en la cima de una calle muy empinada, más acalorada y exhausta que si hubiese corrido la maratón de NY (algo que, por cierto, no se me ocurriría hacer en la vida). Una vez colocados los niños, vuelvo a casa. A medio camino, me doy cuenta de que a pesar del insoportable bochorno, están empezando a caer gotas. ¿Y sabéis como voy calzada? Con mis chanclas del verano. ¡Sí, sí, de verdad! Llego a casa con los pies mojados, la camiseta sudada y la chaqueta de lana nueva (muy bonita, eso sí) arrugada en los brazos. El resto del día es (desde un punto de vista estilístico) un desastre parecido. Salgo con tejanos y me muero de calor, salgo con un vestidito de flores (que me he puesto todo el verano, que me encantaba y al que ya detesto con toda mi alma) y tengo frío, me pongo una chaqueta y vuelve a hacer calor. Las Birkenstock del verano dan asco, para ponerme zapatos de invierno necesito calcetines, pero todos los calcetines han desaparecido, por fin me pongo unos de mi hijo mayor, salgo a la calle, me muero de calor. Y así todo el rato. Ayer por la noche salí a tomar una copa vestida con un vestido de volantes sin mangas negro con topos lilas y encima una camisa de hombre de rayas azules y blancas y calzada con las Birkenstock. En serio. ¡Es imposible ir bien vestida! O empieza el otoño o caigo en una depresión. Os lo advierto.

PS: La foto es de Greta Garbo fotografiada por Cecil Beaton. Yo también me voy a quedar tumbada en el sofá hasta que cambie el tiempo.

2 comentarios:

  1. Ya te decía que lucir es sufrir.

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  2. En Madrid tampoco ha llegado el otoño !!! Es una locura !!! Me imagino perfecamente la escena . ¡ Qué batalla diaria es la de llevar a los niños al cole !Y luego quieren que estemos estupendas !!! ¿ Quién lo consigue ? ¡¡¡ Yo no !!! Besoooos, Carolina.

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