domingo, 30 de enero de 2011

Imágenes redentoras

Durante años tuve esta fotografía colgada en la pared de mi habitación de adolescente, no era la única, obviamente, había una mezcla de cantantes (con los cuales estaba convencida de que me iba a casar), actores (con los cuales también me iba a casar, que estuviesen muertos era un detalle sin importancia y la bigamia me parecía algo lógico y de sentido común: si tenía más de una amiga del alma -tenía 3-, ¿cómo no iba a ser igual con los chicos?), escritores (Proust, Rimbaud, Kafka, que me parecían personajes tristísimos y románticos en posesión de la Verdad a los que yo hubiese podido salvar de haberlos conocido, y que no se parecían en nada a los escritores que pululaban por mi casa y que yo dudaba seriamente que fuesen escritores), lugares y obras de arte. Imágenes que me definían y que cambiaban tan a menudo como mis gustos y mis obsesiones.
Hace unos días volví a ver esta foto de Capa de Picasso paseando por la playa sosteniendo una sombrilla para Françoise Gilot. Creo que es la imagen de todo lo que puede dar de sí la felicidad en la tierra. Y creo que por esa razón sigue colgada en el tablón mental donde coloco las imágenes que me sirven de brújula. Todos las tenemos. Así que a veces, me pongo el vestido (perfecto, sencillísimo, moderno) de Françoise Gilot, su maravilloso sombrero de paja y su extraordinario collar (¿quién lo hizo? ¿Picasso?), respiro profundamente, cierro los ojos y siento que detrás de mí hay un hombre que me protege del sol con cara de felicidad, y detrás de este, otro con el que me podría ir de copas, y detrás, el mar.
Me pregunto dónde podría encontrar un sombrero así...

miércoles, 26 de enero de 2011

Los "it" bags

Los "it" bags son para las mujeres el equivalente a conducir un porsche rojo para los hombres (una vez, a la salida de Cadaqués, haciendo autostop con una amiga, se paró un porsche rojo, subimos muertas de vergüenza -hay pocas cosas peores que ir en porsche rojo-, yo, poco habituada a los coches deportivos, me mareé en las curvas y vomité todos los espaguetis al roquefort de la noche anterior, y encima el tío, ofendido, nos hizo bajar en Figueras. Los conductores de porsche rojo son así, ni un ápice de humanidad, solo les preocupa su tapicería, que yo estuviese de color verde no le preocupó en absoluto...). Volviendo a los bolsos, cualquier cosa que tenga un logo, una marca, cualquier cosa que parezca más cara que buena, me pone de mal humor. Que una mujer lleve su status social colgado del brazo me parece deprimente. Los bolsos más bonitos del mundo (los de Bottega Veneta, por ejempo) no llevan logo, no tienen nombre y son eternos. Los bolsos que hacen en Bel, en Barcelona, tampoco. Si no puedes dejar un bolso en el suelo por miedo a que se estropee, es que tal vez no debas comprarlo. Si sería una tragedia que alguien, sin querer, vomitase encima estropease tu bolso, es que tal vez no debas comprarlo. ¿No?
Bueno, os presento a mi nuevo bolso, vale 15€ y me encanta. Es mi manera personal de convocar al mar de Cadaqués en verano, a los paseos en barca, a la sal en los labios y en el pelo, al Beirut, a los escualidos hombros de mis hijos correteando por la playa. Es cierto que define tanto como un "it" bag -todo lo que nos ponemos tiene un significado, por eso no he entendido nunca a los que consideran la ropa una banalidad-, pero la dirección hacia donde señala me gusta mucho más.
De todas las prendas que llevo estos días, esta es la que más me calienta.

lunes, 24 de enero de 2011

El jersey de cuello alto negro

Las hay que con un jersey de cuello alto negro parecen institutrices alemanas, las hay que parecen existencialistas del Quartier Latin, o bulldogs enrabiados, o camareras de bar guay, o pescaderas, o mujeres misteriosas, o pedantes engreídas, o bellezas irresistibles. Ponedle a una chica un jersey de cuello alto negro y sabréis cómo es de verdad. Es una de las pocas prendas neutras que existan (si es que lo es, no estoy segura de que haya prendas realmente neutras), no te puedes esconder detrás de un jersey de cuello alto negro (sí te puedes esconder detrás de un jersey escotado). Un jersey de cuello alto negro tapa más de lo que revela y, sin embargo, lo revela todo. Es una de mis prendas favoritas, me encantan las mujeres con jerseys negros de cuello alto. Yo no los suelo llevar porque soy claustrofóbica, cualquier cosa que me oprima el cuello o las muñecas me pone enferma, ni siquiera soporto los collares que van pegados al cuello. Y no me gustan en los hombres a no ser que sean de punto grueso, pero eso es otro tipo de jersey. Y jamás, jamás, jamás, jamás de la vida se han de intentar "accesorizar" o suavizar o feminizar con un collar o semejante por encima. Cuello alto + collar = me pego un tiro ya. Cuello alto solo = todo es posible, utiliza tu imaginación. Cuello alto + una camisa encima = ¡oh, qué maravilla!
 Las fotos: Marilyn porque es el amor de mi vida, Jackie porque llevaba el jersey de cuello alto negro mejor que nadie (como mi amiga Clara) e Isak Dinesen porque es la mujer más guapa que haya existido nunca.
¿Se os ocurren otras prendas de vestir neutras?
Feliz semana, queridos.

jueves, 20 de enero de 2011

El macarra que hay en mí

El macarra que hay en mí es el que decide que quiere una pulsera garra como la del otro día y el que se compró estas deportivas atómicas de Isabel Marant en agosto en París. No sé si son horribles o fantásticas, mejor dicho, sé que son horribles y me encantan de todos modos (como la pulsera garra). No encajan con ninguna de mis ideas sobre el estilo y la belleza, pero de algún modo encajan conmigo, me pone de buen humor ponérmelas, me excitan, me dan ganas de salir, me hacen sonreír (como los perfumes buenos de verdad que nos dibujan una sonrisa en la cara en cuanto nos los acercamos a la nariz. También me pasa con los hombres descaradamente guapos, al verlos se me escapa la sonrisa). Mis amigos las aprueban y dicen que se parecen a las de "La guerra de las galaxias", que es uno de mis cuentos de hadas favoritos, pero francamente no recuerdo cómo era el calzado de los protagonistas, este fin de semana la volveré a ver. Mis amigas las miran de reojo y con desconfianza y después me miran a mí con cara de pena. Pero ¿a vosotros no os entran, a veces, unas ganas terribles de poneros una camiseta con una calavera, o una pulsera de cuero con tachuelas alrededor de la muñeca, o uno de los tattoos -que se llamaban calcomanías cuando yo era pequeña- que salen en las bolsas de patatas en el brazo? ¿Como para contrarrestar un poco tanta suavidad y corrección? He pensado en llamarlo estilo Macarra-Chic, creo que tiene un gran futuro.

martes, 18 de enero de 2011

El dilema

Tengo un gran dilema. Ya me he gastado todo el presupuesto de las rebajas (ja, ja, ja, oigo desde aquí las carcajadas de mi madre que sabe que no he hecho un presupuesto en mi vida para nada -hay personas que lo hacen para todo- "y así te va, pequeña" añadiría mi madre. Una pincelada sobre mi inefable madre: el otro día, observando muy seria a mi hijo pequeño, de repente me dijo: "Me parece que has tenido a un ser pensante... lo cual es bastante raro"). Bueno, volviendo a mi problema actual, es cierto que ya he ido de rebajas y me he comprado: una chaqueta negra, una camisa de seda gris, una camisa de seda negra, un pantalón de seda morado y negro (creo que haré una entrada sobre la seda,  que tal vez sea, más que ningún otro material, la extensión de nuestra piel), un vestido verde oscuro de inspiración rusa con bordados en cuello y puños, y ya está. ¡Ah, me olvidaba! Mientras iba de rebajas se me fueron los ojos hacia un vestido de algodón gris oscuro de la nueva temporada y bueno, lo tuve que comprar también. He pensado en hacer unas fotos para que veáis mis maravillosas compras pero la tapicería del sofá donde hago las fotos está llena de manchas de nocilla (espero que sea nocilla) y he pensado que no sería muy glamouroso. Bueno, pues el sábado, después de comprarle un chaleco a mi hijo, subí al piso de arriba de la tienda y vi una maravillosa bufanda fucsia -el fucsia es uno de mis colores favoritos, es como un latigazo, ver foto de Mariacarla Boscono con Riccardo Tisci- de cashmere y seda, enorme, delgadísima, magnífica y que solo estaba rebajada un 20%. Y ahora cada cinco minutos se me aparece la bufanda. No sé qué hacer. He pensado que tal vez la solución sea comprar dos, una para mí y una para mi amiga X. Así no estaré siendo una loca consumista tarada, si no una buena y generosa amiga. Y de paso tendré mi bufanda. Creo que es un buen plan, sí. Eso de ser un ser pensante es genial.

miércoles, 12 de enero de 2011

Entrar en el armario

Coger la camisa blanca de nuestro novio y que nos quede perfecta es un mito de nuestro tiempo (que levante el dedo la chica que haya salido de casa alguna vez con la camisa de su novio puesta), las camisas de hombre solo les suelen quedar bien a los hombres (o a las mujeres de más de metro ochenta con torsos y hombros de adolescente masculino). Sin embargo, me gusta mucho más la ropa de hombre que la de mujer. Me gusta que los hombres en general se compren durante toda su vida la misma ropa, me gusta que solo acepten cambiar si siguen siendo (y sintiéndose) ellos mismos, y me gusta sobre todo que no lo sepan, que simplemente lo hagan. Me pregunto a menudo qué significa el hecho de que nuestro armario se parezca cada vez más al de ellos cuando en teoría el ámbito de la ropa, de la moda, es el nuestro. Creo que, a veces, la ropa de las mujeres más elegantes originalmente es (o era) de sexo masculino. Y sin embargo no me gustan las mujeres vestidas de hombre, el famoso smoking the Marlene Dietrich siempre me ha parecido un disfraz, con él Marlene parecía un travesti disfrazado de hombre (normalmente solo parecía un travesti). Que conste que me gusta mucho Marlene Dietrich, me gustan las mujeres a capas, las mujeres que parecen no haber necesitado nunca ser gatitas, las mujeres -y los hombres y las cosas- que dan un poco de vértigo y de ganas de vomitar, que nos obligan a asomarnos. El maravilloso smoking de YSL, en cambio, nada tiene que ver con el smoking masculino, solo la idea -y la idea del smoking, como la idea del traje -Beau Brummell, principios del siglo XIX, Inglaterra-, es una idea brillante. En fin, creo que esto es solo el principio, hemos entrado en el vestidor de los hombres, pero seguimos en el umbral, la verdadera aventura será entrar hasta el fondo... y no salir con una camisa blanca.

lunes, 10 de enero de 2011

De carne y garras


Cuando estoy enamorada no me apetece comprar nada, bueno sí, ropa interior, de todos los colores menos de color carne. Un color cuya mera mención me da ganas de vomitar. ¿A quién se le ocurrió llamarlo así? En español la palabra carne es la misma para un bistec que para nuestro cuerpo (lo cual, en efecto, tal vez sean dos cosas bastante parecidas, pero ese es otro tema, y no quiero irme por las ramas de mi mal humor). En inglés es "meat" para la vaca, ternera, etcétera y "flesh" para los humanos y humanas, sean vacas o no (ya os he dicho que estaba de mal humor). "Color carne" no existe en ninguna otra lengua, en inglés es "nude". Color carne es una mercería de barrio polvorienta con un mostrador de carnicería y una señora con mala cara de mala detrás y una ropa interior con tirantes gruesos que tapa más de lo que enseña -lo opuesto a lo que debe hacer la ropa interior- y que oprime, es de acrílico y ligeramente ortopédica. Bueno, como decía, cuando no lo estoy (enamorada quiero decir, hoy me he despertado furiosa ante tamaña injusticia), me quedo a solas con mi reflejo, y este es insaciable, se sube por las paredes y lo quiere todo, se balancea en la cuerda floja del mal gusto y es seis personas a la vez, o sea, nadie, saca sus garras y arranca las prendas de los colgadores, las mete en la lavadora deseando secretamente que salgan destrozadas, compra una cosa y su contrario sabiendo que una de las dos no se la pondrá jamás y, cuando después de pasar el día traduciendo las memorias de alguien obviamente mucho más inteligente que ella, se pone a navegar por internet y encuentra algo que no es un hombre pero que la hace soñar (la pulsera de la foto) y que refleja con bastante exactitud como se siente, resulta que la muy cabrona está agotada. ¿En serio faltan tres meses para la primavera? ¿Y cómo voy a sobrevivir sin la pulsera? ¿Eh?

martes, 4 de enero de 2011

2011

Que el 2011 esté lleno de la energía, la fuerza, la belleza, la elegancia, las carcajadas, la delicadeza, la masculinidad (¡oh!, el "frisson" de la masculinidad), la despreocupación, el aplomo, la potencia, la confianza y el sex appeal de los hombres de la foto (Gable, Steward, Cooper y Van Heflin en la fiesta de año nuevo de 1957).
No sé que me ha pasado estos días que una vez comprados todos los regalos y besados todos los seres queridos (6, soy afortunada) y antes de que empiecen las rebajas (que para alguien como yo son muy "time consuming"), me he puesto a pensar en asuntos más serios que de costumbre. Creo que se está acabando una forma de consumir y producir y vender cultura (o basura, depende de los casos) y tal vez estaría bien dejar de rasgarse las vestiduras y de desgañitarse y empezar a imaginar cómo puede ser el futuro, porque lo que está claro es que no será como el pasado, por muchas leyes que se hagan. Para pensar lo mejor es levantarse de la silla que uno ocupa en el mundo. Celebrar la llegada, el paso de otro año es un poco eso, ¿no? Aceptar el tránsito, el movimiento, la posibilidad de que todo cambie, de que todo se vaya a la mierda, de empezar de nuevo también. Negar una vez más -aunque solo sea de momento- una de mis frases favoritas de la literatura: "La vida ha pasado y es como si yo no la hubiera vivido". Estoy impaciente por ver lo que pasará en 2011, aunque no sea muy bueno, aunque no vaya en la dirección planeada, me conformo con que sea una buena patada en el culo que no me permita quedarme sentada demasiado rato. Y si además me puedo comprar un bolso de Jérome Dreyfuss, un par de vestidos de APC, una chaqueta de Brora y una pulsera de Pamela Love, pues mejor.
Feliz año, amigos.